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domingo, 30 de junio de 2013

PANIFIESTO PANARRA by panarra.com

Esta web y este tio me tienen encantado, no podía menos que reproducir su entrada. A veces es difícil explicar por qué nos gustan ciertas cosas. Es evidente que ha de ser por algo, pero en ocasiones no es fácil señalarlo. Muchas veces, claro que sí, resulta sencillo: “me gustan las patatas fritas porque crujen, saben rico y hacen que la cervecita esté aún más rica”. Pero el problema aparece cuando algo nos gusta de verdad. Es entonces cuando las palabras nos fallan, porque no es fácil expresar con ellas esa sensación de gusto, de anhelo, de cojonudez en definitiva, que nos proporcionan las cosas que nos apasionan. Y es que hay algo dentro de nosotros que se nos escapa y, sin embargo, es lo que más nos importa, relacionado con aquellas cosas que nos gustan de verdad. También en las cosas que nos gustan y nos importan hay algo. Es necesario que sean especiales, de alguna forma, para que nos atraigan; que tengan un campo de fuerza alrededor, una gravitación que nos llama y nos dice “ven”, que nos atrapa y nos etiqueta como apasionados de “eso que tanto nos gusta”. Hay una sensación de que ciertas cosas no son cosas cualquiera, que por su mera existencia demandan atención y no admiten que se las ignore. Que están ahí por encima de las personas individuales y, aunque seamos nosotros quienes las creamos, juzgamos, consumimos, utilizamos y desechamos, para ellas somos los seres humanos los que venimos y vamos, los que pasamos de largo mientras ellas permanecen. El PAN lleva siendo una de estas cosas desde siempre. Un alimento, una comida, un objeto cotidiano, un símbolo, un motivo de guerras, motines y de hostias en todos los sentidos de la palabra. Si no había pan, la gente tomaba la prisión más cercana y separaba las cabezas de los cuerpos de los poderosos; el Rey era el panadero del pueblo, el responsable de proporcionar el alimento básico a sus súbditos, y el pan era el combustible que movía los brazos y las piernas de la industria. Pero el pan no era sólo eso, sino que representaba en un sentido mucho más amplio el concepto de nutrición, no sólo del cuerpo, sino también del espíritu. Era el símbolo de eso que hacemos los humanos que consiste en alimentar nuestras vidas, de comida, claro que sí, pero también de experiencias, vivencias, juicios y emociones. Ahora el combustible de la economía es líquido, negro y, aunque es aceitoso, si aliñas una ensalada con él te la tiraremos a la cara. Y el pan ha sido desplazado a toda leche al rango de ‘cosa’. Una cosa que la gente compra y se come un poco porque sí, a regañadientes y con angustia. ¿Será sano? ¿Engorda? ¿Esto es bueno para mí? Son preguntas que hace bien poco no tenían sentido alguno. Pero ahora sí lo tienen, y mucho, porque el pan se ha convertido en algo que podemos elegir. Podemos elegir, claro que sí, pero ¿qué opciones tenemos? La industria alimentaria nunca ha dispuesto de tan variado arsenal de técnicas y aparatos, y jamás en la historia ha habido como hoy tantos panaderos artesanos con un conocimiento científico y técnico sobre los procesos y transformaciones que ocurren en el interior de un pan, desde la harina hasta la alacena. La verdad es que, hoy en día, cuando encontramos un gran pan, éste es verdaderamente excepcional, beneficiado como está de tantos adelantos técnicos, que en algunos casos han complementado la sabiduría tradicional de los panaderos. Por desgracia, esto no ocurre más que en demasiados pocos casos. En España, la calidad del pan que se puede adquirir en la mayoría de establecimientos es muy baja. El panorama es desolador: las masas son engendros cargados de todo tipo de productos químicos que resultan fundamentales para el proceso industrial pero no vienen a cuento para el consumidor; supuestas ‘panaderías’ son en realidad puntos de venta donde se descongelan y tuestan superficialmente clones mecanizados de pistolas y baguettes; la sensación del pan en la boca y en el espíritu es cutre, amarga, anodina y triste. No es raro que se coma cada vez menos pan. De que estemos hasta las narices de ‘ese pan’. El asunto nos produce a muchos un cabreo considerable. Pero que estemos, no sólo hartos, sino enfadados con este pan tan malo significa una cosa: que el pan bueno no sólo nos gusta, sino que nos importa. El pan es parte de nuestras vidas y de nuestra civilización casi desde que ésta existe, y representa tanto o más que ninguna otra cosa el ingenio humano y nuestro poder alquímico de transformación de la naturaleza: incontables variaciones resultado de unir harina, agua y sal; miles de texturas, aromas diferentes y todas ellas iguales, todas ellas simplemente pan. Por eso, aunque cada vez se coma menos pan malo, hay un hambre bestial por el pan bueno, por un pan que satisfaga de verdad el vicio panarra que culturalmente compartimos todos. Panarras.com somos varios amigos que vivimos en Barcelona a los que nos entra una alegría brutal si acercamos la nariz a una hogaza buena y verdadera. Llevamos ya tiempo haciendo panes en casa y compartiéndolos, quedando con más amigos para hacer una barbacoa de hamburguesas con panecillos como tienen que ser, merendando un brioche grandote y metiendo croissants caseros de contrabando en el trabajo. Estudiábamos por nuestra cuenta técnicas de panadería, así como la historia del pan, nos mandábamos whatsapps con las fotos de nuestros panes y nos criticábamos mutuamente las hogazas con dureza, y metíamos el gusanillo panarra en el cuerpo a la familia y a los colegas a base de ponerles unas buenas baguettes delante del hocico. La reacción siempre es parecida: todo el mundo tiene un pan en su cabeza, en la memoria, aunque no lo haya probado nunca: es el pan imaginario, dorado, crujiente y perfecto, que albergan nuestras mentes (sí, la tuya también: el hecho de que estés leyendo este texto lo demuestra). Y todo el mundo dice que nuestros panes les recuerdan a ese pan. ¡Y lo más sorprendente es que, cuando les explicas que lo has hecho tú y cómo, casi todos quieren lanzarse a hacerlo ellos mismos! Así que la idea de plasmar nuestras experiencias y todo el conocimiento panadero casero en un lugar donde pudiera estar al alcance de cualquiera, y hacerlo desde nuestra perspectiva personal y completamente doméstica, nos ha llevado hasta esta página en la que estás y este texto que estás leyendo. Ninguno de nosotros es panadero, diseñador web o fotógrafo profesional; ingenieros, filólogos, una física y una filósofa conforman nuestro muy informal equipo de producción. Todo lo que hacemos está hecho en nuestros hornos caseros, algunos de los cuales dan bastante lástima, y todo acaba alegremente dentro de nuestras barrigas felices y deseosas de más. Nuestra intención es darte los medios para que puedas, si quieres, ponerte en harina y hacer un pan maravilloso por ti mismo; para que puedas compartirlo con nosotros y cualquiera que tenga interés y ganas de disfrutar; para que dispongas de información que sabemos, por propia experiencia, que es útil para abordar la producción de pan en casa; aunque, sobre todo, lo hacemos por nosotros mismos, porque nos flipa el pan y porque el nuestro propio es el que más nos gusta. Porque nos encanta mojar en la salsa. Porque somos PANARRAS. No duden visitar esta página www.panarras.com, cuanto tenemos que aprender los profesionales de este tío!!!!

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